viernes 19 de abril de 2024 - Edición Nº2340
Dar la palabra » Cultura » 16 may 2023

Historias y personajes

Butch & Sundance: Bandoleros de película en la Patagonia (Por Carlos Zampatti)

Butch Cassidy y Sundance Kid fueron dos de los más famosos bandoleros del far west norteamericano. Huyeron de su país cuando el precio de sus cabezas fue lo suficientemente alto como para tentar a los cazarecompensas y se refugiaron en el destino más inaccesible del mundo: la Patagonia.


Ralph y George Newbery eran dos hermanos inmigrantes norteamericanos de profesión dentista que se habían radicado en Buenos Aires durante la década de 1870. Ralph consolidó en esta ciudad su fama de dentista de la aristocracia porteña. El presidente Roca fue uno de sus clientes que, cuando su boca abierta se lo permitía, le aconsejaba que invirtiera en tierras de la Patagonia recién incorporadas al patrimonio nacional. Buscadores de buenos negocios, los hermanos Newbery establecieron una estancia en las nacientes del río Limay, Neuquén. Necesitados de peones trajeron a vaqueros de Estados Unidos. Algunos de ellos, que tenían cuentas pendientes con la ley, decidieron probar suerte del otro lado del mundo. Después de un tiempo no fueron pocos los que posteriormente se asentaron en campos propios.

Como acotación al margen, años después, Ralph, aventurero y explorador estuvo buscando oro en San Sebastián, Tierra del Fuego, hasta que una afección pulmonar lo llevó a la muerte. Es una incógnita el paradero de sus restos, pero es probable que se encuentre en el cementerio de la Misión de Río Grande, en alguna tumba innominada.

Como resultado de la búsqueda de cowboys por parte de los Newbery, o por otras razones, la información de que existía un lugar llamado Patagonia llegó a los oídos de una banda de bandoleros en la que las cabezas de sus integrantes tenían precio.

Butch Cassidy, uno de ellos, había nacido en Beaver, Utah, en 1866. Sus padres eran mormones practicantes. Entre 1886 y 1900 con distintos cómplices asaltó bancos y trenes con caudales. Incluso, provocaron varias muertes en distintos enfrentamientos. En Fort Worth, cerca de Dallas, Texas, en un estudio fotográfico, se sacaron la famosa foto que permitió ser perseguidos hasta en el fin del mundo. La banda estaba formada en la foto por Butch, Sudance Kid, Harvey Logan, Ben Kilpatrick y William Carver. La agencia de detectives Pinkerton, que había sido contratada por el banco Wells Fargo para su persecución y captura, consiguió una copia de la foto y con ella comenzó su búsqueda.

Acosados, huyeron hacia Nueva York, y el 20 de febrero de 1901, Butch y Sudance, acompañados por Etta Place, pareja del Kid, embarcaron en el vapor Herminius, rumbo de Buenos Aires para concretar la aventura de esconderse en la Patagonia. ¿Por qué la eligieron? Tal vez por referencias de familiares de quienes ya se habían asentado en ese lugar (muchos galeses radicados en el valle del Chubut provenían de USA), quizás por los habituales anuncios del gobierno argentino en The New York Times o por conocimiento de cowboys conocidos que fueron reclutados por los Newbery.

Llegaron a Buenos Aires en marzo de 1901, se alojaron en el hotel Europa, ubicado en la esquina de lo que es hoy 25 de mayo y Perón. Depositaron el dinero que trajeron, producto de sus asaltos a los bancos, en… un banco. El Londres y Río de la Plata ubicado a un par de cuadras del hotel. Habían cambiado su identidad: Butch Cassidy se hacía llamar y Santago Ryan, Sudance Kid Harry Place. La mujer figuraba como Etta Place, esposa del Kid.

Habían decidido encauzar sus actividades y regenerarse convirtiéndose en ganaderos.

George Newbery ya era cónsul de EEUU en Argentina cuando el trío llegó a Buenos Aires y tenía en mente, junto con su hermano, crear una colonia norteamericana en los fértiles valles cordilleranos, al oeste de Río Negro y Chubut.

Deslumbrados por las historias que les contaron los Newbery, el trío se tomó el tren en Constitución y bajaron en Cipolletti, por aquel entonces punta del tren del Ferrocarril Sur. Cruzaron el río Neuquén hasta Confluencia (el nombre que por aquel entonces tenía la actual ciudad de Neuquén), compraron caballos y cabalgaron hacia el sur remontando el río Limay. En las nacientes del Nahuel Huapi contrataron un baqueano chileno, Francisco Albornoz, y siguieron hacia el sur.

Cruzaron lo que es hoy la provincia de Río Negro hasta que llegaron a Cholila, un valle cordillerano que aún no había sido ocupado debido a la inseguridad sobre la pertenencia argentina, ya que aún no se había dilucidado el fallo del arbitraje inglés en la disputa fronteriza con Chile. Recién un año después se verificaría el laudo a favor nuestro gracias al fallo del rey de Inglaterra.

Cholila ofrecía lo que los tres norteamericanos buscaban: tierras aptas para la ganadería, pocos vecinos (menos de 20 familias en todo el valle, la mayoría chilenos) y ―sobre todo― la ausencia de un gobierno con los molestos burócratas preguntones. Compraron caballos en la estancia de los ingleses de la Compañía de Tierras Sud Argentina, que pagaron con un cheque del Banco de Londres y Río de la Plata. Buscando hacer las cosas de acuerdo a la ley, inscribieron una marca de ganado en el Registro de Marcas y Señales del gobierno de Chubut.

Compraron también a los ingleses, en el Almacén de Ramos Generales de Leleque, ovinos, bovinos y herramientas. Abrieron una cuenta corriente que fueron pagando con puntualidad. Se instalaron a orillas del río Blanco en unas tierras fiscales que con el tiempo reclamarían al Estado Nacional.

Todos sus vecinos se asombraban por la habilidad de los norteamericanos para montar, hacer rodeo de los vacunos y la destreza para enlazar, además de la puntería con las armas del trío. Llamaba la atención sobre todo la habilidad con el Winchester de Etta Place.

Esas habilidades y el trato afable y cordial que prodigaban, hizo que se ganaran la simpatía de sus vecinos, incluyendo las autoridades policiales.

En febrero de 1902, un año después de su llegada, decidieron volver a Buenos Aires para tramitar la titularidad de los terrenos de Cholila y partieron a caballo. En el almacén de sus compatriotas ubicado en las nacientes del Limay, compraron yerba, azúcar y una bombilla, lo que muestra su adaptación a las costumbres gauchas. Etta y Kid se embarcaron en marzo para Estados Unidos, probablemente para curar alguna vieja dolencia de Sudance, y en julio de ese mismo año estuvieron de regreso en Buenos Aires. Butch, mientras tanto, hizo trámites en la oficina de Tierras y Colonias de Buenos Aires para adquirir 4 leguas cuadradas (10.000 hectáreas)  de campo en Cholila.

Butch regresó a Chubut antes que la pareja. Allí se enteró que durante su ausencia había pasado por ese lugar la comisión de límites encabezada por el árbitro inglés, sir Thomas Holdich, y los peritos chileno ―Steffen― y argentino. Éste, Francisco Moreno, había dejado la promesa de que una vez resuelto el conflicto a favor de la argentina, Cholila sería destinada como colonia agropecuaria. Entre todos los vecinos firmaron entonces un petitorio de solicitud de las tierras.

Ese duro invierno de 1902 Butch lo pasó solo en la cabaña. Allí escribió una célebre (para sus historiadores) carta a una amiga suya: «Probablemente le sorprenda tener noticias mías desde este país tan lejano, pero los Estados Unidos me resultaron demasiado pequeños los últimos años que estuve allá». Lo de pequeño, claro, se refería a que la agencia Pinkerton seguía sus pasos. Luego de decir que recorrió muchas ciudades de Sudamérica, continuaba: «…este sector del mundo me pareció tan bueno que me establecí, según creo, para siempre, ya que cada día me gusta más. Tengo 300 cabezas de vacunos, 1.500 ovinos, 28 caballos de silla y dos peones que trabajan para mí. Además de una casa de 4 habitaciones, galpones, establo y gallinero». Luego hizo una descripción muy acertada del lugar: «…los veranos son hermosos y nunca alcanzan las temperaturas de allá (Utah). El pasto es alto, hasta las rodillas, en todas partes y el agua es excelente. Los inviernos son muy lluviosos y es raro que el piso se congele. Nunca vi una helada de dos pulgadas como allá…».

En octubre de 1902 Sudance y Etta Place llegaron a Buenos Aires en el mismo barco que los trajo el año anterior. Luego de unos días embarcaron hacia Puerto Madryn en donde abordaron el trencito hasta Gaiman. Desde allí hicieron a caballo los 650 km que los separaban de Cholila.

Continuaron con su vida social. Etta cabalgaba a lo varón, usaba pantalones y llevaba dos revólveres en la cintura. Con el Winchester tenía una puntería inigualable que gustaba exhibir. Confraternizaban sobre todo con gente que hablaba inglés, por ejemplo con los galeses de Colonia 16 de Octubre (Trevelin). En especial con su comisario, Eduardo Humphreys, del cual se habían hecho amigos.

Ese año se conectó el telégrafo desde Madryn hasta Leleque, con la terminal en la estancia de los ingleses. Fue una señal de alarma para el trío de norteamericanos: donde hay comunicaciones pueden llegar noticias de ellos a los Pinkerton.

La colonia se fue asentando. Se siguieron radicando colonos norteamericanos, a los cuales no se les preguntaba antecedentes, y el trío se constituyó en animador de las reuniones sociales. Butch abrió un almacén en el predio que incluía un despacho de bebidas.

En marzo de 1904 el nuevo gobernador del territorio del Chubut, Julio Lezana, inició una gira por todo el sector cordillerano. Cuando llegó a Cholila, luego de un paseo en bote por el lago que bautizaron Lezana en su honor, lo invitaron a visitar «la casa de los vecinos más respetables de la región», es decir la del nuestro trío. El gobernador y el jefe de policía del Chubut pasaron la noche en la casa de los bandoleros. Al día siguiente en una fiesta popular, Butch bailó con una lugareña una zamba que el gobernador interpretó en guitarra. Luego, en otra pieza, Lezana bailó con Etta Place.

Fue entonces que en febrero de 1905 se produjo el robo al banco de Tarapacá en Río Gallegos. Ése y otros robos menores que se habían producido en la Patagonia fueron atribuidos a «la banda de los norteamericanos».

Según los más documentados historiadores, Butch y Sudance no tuvieron nada que ver con el asalto, a pesar de que el modus operandi era del estilo de sus andanzas en tierras norteamericanas. Algunos testigos, incluso, indicaron que ellos para época del asalto estaban en Cholila. Esto no implica que en algún momento el trío no le hayan dado apoyo o asistencia logística a los asaltantes.

Por aquel entonces apareció en Buenos Aires Frank Di Maio, el sabueso de la agencia Pinkerton que les seguía el rastro. Fue al banco de Londres, al hotel Europa, a la Dirección de Tierras, etc. Se entrevistó también con el cónsul George Newbery quien los reconoció en la famosa foto. Le informó que se habían asentado en Cholila y prometió atraerlos a Buenos Aires con cualquier excusa, cosa que no cumplió. Esto sucedió en la misma época en que el trío recibía en su rancho al gobernador Lezana y al jefe de policía.

Por aquel entonces se dieron dos situaciones convergentes: el restablecimiento del telégrafo desde Río Gallegos que había sido cortado por los ladrones del banco y el conocimiento de que la agencia Pinkerton estaba en la búsqueda de los prófugos. El gobernador de Chubut conectó ambas noticias y ordenó al comisario de la colonia 16 de Octubre, ubicada a 150 km de Cholila, Eduardo Humphreys, que fuera a capturarlo con una partida policial. Éste, que conocía al trío, demoró la ejecución de la orden hasta donde pudo. Después renunció a su cargo, razón por la cual fue exonerado por el gobernador. El motivo del no cumplimiento de la orden puede haber sido por temor a los norteamericanos, porque no tenía suficiente personal o por amistad con ellos y con Daniel Gibbon, un amigo común con el trío.

La cuestión es que mientras Lezana pedía la exoneración de Humphreys por no cumplir la orden de ir a arrestar a los sospechosos, en la misma nota calificaba al trío de «excelentes elementos de la población».

Los norteamericanos terminaron por enterarse, probablemente a través de Gibbon, de que estaban en la mira de la justicia y muy a su pesar abandonaron Cholila. Cuando en abril de 1905 el comisario que reemplazó a Humphreys llegó al rancho del trío, a orillas del río Blanco, ellos ya se habían ido.

Se habían escondido en un refugio de montaña a kilómetros del lago Cholila. Su capataz y un par de amigos lo asistían con alimentos mientras arreglaban sus negocios. Esto incluía el pago y cierre de la cuenta corriente abierta en la proveeduría de la estancia de los ingleses. Vendieron las mejoras de su campo a la Compañía Cochamó de Chile y el 1° de mayo de 1905 parten de Cholila. Tenían 39 y 38 años

Ese día, Butch y Sudance enterraron su sueño de ganaderos y volvieron a ser fugitivos. Cabalgaron hasta el pequeño poblado de Bariloche, que se había creado tres años antes, acompañados por su fiel peón, Wenceslao Solís. Abordaron el vapor Cóndor, viajaron a Puerto Blest y de ahí a Puerto Montt, en Chile en donde embarcaron hasta Valparaíso y Santiago de Chile. Allí cobraron de la compañía chilena Cochamó los $ 20.000 por la venta del campo de Cholila.

Etta, aparentemente, volvió desde allí a Estados Unidos y no se supo más de ella.

En diciembre de 1905 cuatro hombres asaltaron el banco Nación de Villa Mercedes, San Luis. Dos de ellos, los jefes de la banda, eran Butch y Sudance. Los otros dos, probablemente los que asaltaron el banco Tarapacá. Éste es el único asalto perpetrado en territorio argentino en los que hay evidencias de la participación de Butch & Sudance. Luego del asalto la policía los buscó en Mendoza, Neuquén, y Cholila, entre otros lugares, sin resultados. Ya habían huido a Chile.

EL FINAL: estuvieron merodeando por Bolivia, realizaron algunos robos en compañías mineras hasta que en diciembre de 1908, perseguidos y acorralados en el pueblo minero de San Vicente encontraron la muerte. Algunos dicen que antes de entregarse se mataron mutuamente en un pacto suicida. Otros aseguran que Butch sobrevivió y terminó sus días en un rancho de Montana, EEUU.

La cuestión es que en ese pueblo boliviano hay dos tumbas con sus nombres y un museo que los recuerda.

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