lunes 09 de diciembre de 2024 - Edición Nº2574
Dar la palabra » Política » 21 nov 2022

Vacante en el Superior Tribunal de Justicia

El mejor, la peor y la rosca sin fin en el Consejo de la Magistratura fueguino (Por Gabriel Ramonet)

La respuesta fue sorpresivamente unánime. El mejor fue el prosecretario de la Sala Penal de la Cámara de Apelaciones de Ushuaia, Agustín Valotta, un hombre de tres años y medio de historia en la Justicia fueguina que antes fue relator del juez Javier Muchnik en el mismo Superior Tribunal que ahora aspira a integrar. El problema, tantas veces señalado por el autor de estas líneas, es que el sistema de selección de jueces no está hecho para justificar ni a los vencedores ni a los derrotados en un concurso.


¿Quién protagonizó la mejor entrevista y rindió la mejor prueba escrita en el concurso para elegir al quinto integrante del Superior Tribunal de Justicia de Tierra del Fuego?

El autor de esta nota hizo la misma pregunta una y otra vez, a jueces en actividad, funcionarios del Poder Judicial, abogados de Ushuaia y Río Grande y sindicalistas del sector.

La respuesta fue sorpresivamente unánime. El mejor fue el prosecretario de la Sala Penal de la Cámara de Apelaciones de Ushuaia, Agustín Valotta, un hombre de tres años y medio de historia en la Justicia fueguina que antes fue relator del juez Javier Muchnik en el mismo Superior Tribunal que ahora aspira a integrar.

Los que valoraron el desempeño de Valotta ponderaron también su currículum con antecedentes profesionales, docentes y académicos, aunque en particular se refirieron a la forma “metódica y concreta” con que expuso su “plan de acción” en caso de llegar a la Corte fueguina.

La entrevista sorprendió a varios de los siete miembros del Consejo de la Magistratura y en particular a uno de los representantes de los abogados que la destacó en diálogo con operadores judiciales.

Entrevista pública al prosecretario Agustín Valotta (a partir de 1 hs 24 min)

El problema, tantas veces señalado por el autor de estas líneas, es que el sistema de selección de jueces no está hecho para justificar ni a los vencedores ni a los derrotados en un concurso.

De tal manera, ni los ganadores contarán con la legitimación de base que les permita asumir un cargo de tanta responsabilidad, ni los perdedores sabrán nunca el porqué de una merituación negativa de sus habilidades o competencias.

Ese mar de arbitrariedad, alimentado por la falta de conformación de un jurado técnico o académico, por la ausencia de exámenes puntuados, de parámetros objetivos para evaluar los antecedentes y de ternas que sinteticen a los mejores candidatos, es el caldo de cultivo para la especulación y la interferencia de los supremos intereses políticos sectoriales que caracterizan este tipo de certámenes.

Este simulacro de concurso, que tiene su pecado de origen en la conformación del Consejo de la Magistratura establecida en la Constitución, aplana la calidad de la competencia, y mete en el fango de la política a los mejores y a los peores concursantes, dando la falsa idea de que son parecidos, y de que cualquier resultado será justo o merecido.

Es tan mediocre la selección, que los participantes se bajan por la mitad, ni bien se enteran de los rumbos posibles del proceso, como sucedió esta vez cuando, llamativamente, renunciaron 6 de los 11 inscriptos, casualmente muchos funcionarios de jerarquía del Superior Tribunal o de las cámaras de apelaciones.

Como en el cambalache se mezclan “la biblia y el calefón”, y da lo mismo “un chorro que un gran profesor”, en la Magistratura fueguina aparecen candidatos protegidos por el poder, como es el caso de la jueza Laboral de Río Grande Edith Cristiano, a quien el Consejo le aplazó la entrevista por razones de salud (tuvo un pico de presión el día en que debía presentarse en Ushuaia) y se la fijó para varias jornadas después en la ciudad donde reside.

Pero no es objeto de crítica el atendible problema médico de la postulante, sino el trato excesivamente meloso y blandengue que le dispensó el presidente del Consejo de la Magistratura y juez del Superior Tribunal, Ernesto Loffler.

Como puede observarse en la entrevista pública (transmitida en vivo por el canal de Youtube de la Justicia) el juez blanquea su trato cercano con la candidata cuando le dice “nos conocemos desde hace mucho” y Cristiano le responde “lo conozco desde que era diputado”. Interesante alusión porque refiere al perfil político de Loffler, que efectivamente fue diputado nacional por el Movimiento Popular Fueguino, el mismo partido por el que es legislador su hermano Damián (desde hace 23 años), y el que apoyó la candidatura del actual gobernador Gustavo Melella.

Otro momento llamativo de la entrevista se produjo cuando Cristiano enumeraba su formación académica reciente y “Nené” Loffler no pudo controlar su entusiasmo, y le dijo: “no para doctora, usted no para”.

Entrevista pública a la jueza Laboral de Río Grande Edith Cristiano (a partir de las 3 hs 36 min)

Más allá de las ganas de Loffler porque se luzca la candidata, sería difícil de explicar que el Consejo termine eligiendo a Cristiano cuando no lo hizo hace dos años, en el momento en que se presentó al mismo concurso que ganó Loffler y la segunda vacante fue declarada desierta.

Es decir, si no se la consideró apta para el cargo hace dos años, por qué lo estaría ahora. ¿Habrá mejorado con la capacitación para la que “no para”, según palabras de Loffler?

El trato ameno y casi familiar no es el único punto de contacto entre la familia Loffler y la jueza Laboral de Río Grande. La magistrada es la misma que años atrás firmó un fallo reconociéndole los derechos de posesión sobre la estancia María Cristina, a una empresa vinculada con la familia Loffler que a su vez había adquirido esos derechos de la firma Glisud, famosa por haberse quedado con créditos del Fondo Residual del Banco de Tierra del Fuego durante el manfredottismo. Glisud le había alquilado la estancia a la forestal Lenga Patagonia, y vencido el plazo de arrendamiento, por una extraña maniobra, se declaró dueña de un inmueble que nunca le perteneció. La estancia era propiedad de Lenga Patagonia, salvo para la jueza Cristiano, que falló en favor del interés de los Loffler y ahora busca un lugar en el Superior Tribunal integrado por un Loffler a través de un concurso del Consejo de la Magistratura que preside el mismo Loffler.

Igual, volviendo al principio de esta reflexión, el problema central es que el Consejo de la Magistratura no tiene que dar explicaciones sobre sus actos. No debe justificarlos, no se desprende de sus sentencias, como sí les ocurre a los jueces que eligen.

Si como dicen, Valotta fue el mejor, pero eligen a Cristiano, o declaran al concurso desierto por segunda vez, no habrá costo ni responsabilidades ulteriores para nadie.

Se dirá que las instituciones funcionan, cuando en rigor, lo que sigue más vigente que nunca es la rosca política y judicial.

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