jueves 18 de abril de 2024 - Edición Nº2339
Dar la palabra » Sociedad » 11 jul 2022

Cultura e identidad

La feria “Oshovia” y la magia del encuentro entre el autor y su público (Por Gabriel Ramonet)

Cuánto nos hace falta en Ushuaia este tipo de espacios. Y no hablo solamente de sitios de expendio, porque de eso tenemos y está muy bien que existan. Me refiero a lugares de encuentro. De conexión entre creadores y su público.


Lo vi porque estaba ahí al lado, tratando de escurrirme entre la multitud para poder ver mejor la escena. No eran tanto las palabras, sino la actitud. El brillo de los ojos, el entusiasmo, la curiosidad en su sentido más puro.

No es tan común el encuentro entre los creadores de una obra y su audiencia, sobre todo si la intermediación es la palabra escrita, una foto, una pintura, un objeto pasible de ser interpretado.

Algunos sostienen, y yo también lo creí mucho tiempo, que es mejor no cruzar ese umbral de misterio. Que la dosis de admiración o de respeto producida entre la obra y sus destinatarios tiende a diluirse cuando se conoce personalmente al autor, igual que cuando entendemos los recovecos de un truco de magia.

Lo mejor, como dice Dolina, es buscar a la primera novia pero saber detenerse en la puerta de entrada de su casa.

Puede ser, aunque hay una refutación posible. También se puede seguir “el truco” de la distancia aún a medio metro de ese otro idealizado. Quiero decir: el lector de un libro, el espectador de una obra de teatro o de una película de cine, deben suspender la racionalidad absoluta y actuar con lo que algunos denominan “fe poética” para poder creer la historia que le cuentan, aún sabiendas de un hecho ficcional o simbólico.

Para que el encuentro con el autor funcione sin sobresaltos, es necesario mantener ese mismo estado de cosas. Hablar con el autor sobre la obra, acerca de los misterios de su creación, o sobre los miedos o cavilaciones que le produjo. Pero sin pretender adivinar los hilos que manejan la marioneta. Sin preocuparse por la calvicie que no imaginaban o por una respuesta que resultó más humana que los personajes perfectos de su creación.

Algo de todo eso ocurrió el sábado 9 de julio a la tarde en la primera edición de “Oshovia”, una feria del libro, de diseño y de objetos culturales que reunió en el Bar Krund a los autores de la ciudad con sus audiencias.

Fue increíble ver a tanta gente paseándose por los stands en busca de quien ya conocían, tal vez, pero solo a través de sus trabajos. Y saciando esa sed de conversaciones, de dudas pendientes, de reflexión. Preguntas sobre futuras obras, pedidos de firmas o de fotos. Ojos brillosos, almas llenas de momentos.

Cuánto nos hace falta en Ushuaia este tipo de espacios. Y no hablo solamente de sitios de expendio, porque de eso tenemos y está muy bien que existan. Me refiero a lugares de encuentro. De conexión entre creadores y su público.

“Yo te vi hace unos años, en la balsa, los dos veníamos del norte. Tuvimos una conversación apurada. Te pregunté porqué habías escrito este libro y vos me dijiste “para no enfermarme”. Y yo todavía me acuerdo de esa respuesta”.

“Cómo hiciste para describir tan bien estos lugares tan apartados. Tuviste que haberlos conocido, no hay otra manera. Yo creo que este personaje de ficción está tomado de este de la realidad. Y pienso que el edificio que mencionás en este capítulo es ese que está enfrente de mi casa”.

Conversé con muchos amigos a la distancia en “Oshovia”. Me sirvió para sumar puntos de vista, para comprender, para mejorar. Y también recorrí yo mismo las mesas de gente que admiro y que respeto. Disfruté de verlos a ellos compartir sus vivencias, sus motivaciones, sus ganas por expresarse.

Lo que pasa en este tipo de encuentros es que lo más importante no se ve. No está a la venta. No es un bien tangible. No es algo en particular. Es una suma de construcciones y de voluntades produciendo un momento único.

Es la sociedad organizándose como una planta entre las piedras en busca luz y de raíz, para ir forjándose su propia identidad.

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