En Ushuaia casi han desaparecido las pintorescas casas revestidas con chapas, pintadas con colores claros que contrastaban con la chatura gris de nuestros habituales días nublados.

Unas pocas resisten en su emplazamiento original ante el arrollador avance de las nuevas construcciones. Otras son reconvertidas en el Paseo de las Rosas en una especie de museo edilicio a cielo abierto

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Las nuevas construcciones, con sus más y sus menos, dan una nueva identidad a nuestra ciudad convirtiéndola en una mezcla de estilos. Probablemente esté bien que así sea porque esa amalgama tal vez represente el cosmopolitismo de la ciudad portuaria cimentada por nuestra variopinta procedencia.

Sin embargo, en puntas de pie y casi sin que nos diéramos cuenta, parece estar invadiéndonos algo así como un virus que pretende convertirnos en una mancha oscura. Un acosador silencioso que intenta eliminar el color.

A Ushuaia la están pintando de negro.

Tanto a edificios nuevos como a algunas de las hermosas casas que nos recuerdan a aquel pueblo de trazado rectangular.

Hoy las fachadas negras que nos invaden alternan con ventanas que reflejan un cielo gris junto a altísimos muros medianeros que nos opacan el horizonte.

¿Por qué?

¿A qué se debe este luto?

¿Quién dispuso este duelo por la Ushuaia que fue?