viernes 19 de abril de 2024 - Edición Nº2340
Dar la palabra » Política » 27 abr 2020

La pandemia de coronavirus

El Gran Hermano fueguino (Por Walter Bogado)

En la provincia ocurre algo que podríamos caracterizar como “totalitario”. En medio de la pandemia por el COVID19, la administración provincial encabezada por Gustavo Melella desarrolló una APP para controlar y cronometrar las salidas de las personas para realizar compras.


 

Que vivimos en un mundo deshumanizado ya no caben dudas. Las consecuencias están penetrando en nuestra sociedad, y nos hacemos más y más dependientes de sus efectos. Sumado a esto, discursos disfrazados de bonanzas sociales y progresismo comunitario imponen decisiones antagónicas en su esencia.

Y en el comienzo fue…

En 1949, George Orwell publica la novela “1984”. El libro es una de esas pocas novelas que, desde la abrumadora distopía, han marcado hasta nuestros días a varias generaciones. Lo paradigmático de la obra de Orwell, como también lo es “Un mundo feliz” (Huxley), o Farenheit 451 (Bradbury), es que son terroríficos relatos que en absoluto han caducado y que, muy por el contrario, tienen una vigencia espasmódica. De hecho, su lectura es altamente recomendable por estos días y debe servir para mantenernos en alerta.

Si bien sus predicciones no se han cumplido completamente, hay iluminados que desean hacer realidad sus inconclusas profecías. Las páginas de esos libros siguen advirtiendo sobre la posibilidad transformar una acción cada vez más real. Una realidad ya no solamente probable, sino posible.

La grandeza y vigencia de todos estos libros, en especial “1984”, radica en las innumerables preguntas que se desprenden de sus líneas. La oportunidad radica en la forma de aprovechar su lectura, en la potencialidad de trasladar esas cuestiones que surgen en el mundo ideado por Orwell y aplicarlas a una atenta valoración de nuestra sociedad actual y a nuestra persona. Esa congruencia entre una historia seductora, con perfección narrativa nos intriga, y nos inunda de terror en este siglo XXI deshumanizado. Porque sabemos que las acciones otrora ficticias se vuelven reales y ya no hay vuelta atrás. Nos inundan pensamientos imaginarios, que fácilmente se transforman en palpables, y el temor nos embarga.

Cualquier similitud con la realidad ¿es pura coincidencia?

Lo que se plantea en estos relatos es la existencia de un Estado totalitario hasta extremos que rozan lo absoluto. Sociedades posibles gracias a la fácil manipulación de las mentes de unos ciudadanos que no han desarrollado su capacidad crítica, que viven inmersos en su banal inmediatez. En esa sociedad totalitaria la opinión que puedan tener las masas se observa por parte de los gobernantes con total indiferencia.

Ahora bien, ¿todos los Estados totalitarios son asesinos? La pregunta se impone porque, si bien la sociedad en donde centra su relato Orwell se erige con dispositivos represores, en la actualidad muchas sociedades totalitarias se escudan en políticas de resguardo en la calidad de vida de los habitantes de una comunidad. Sin embargo, estos estados totalitarios no dejan de ser invasivos y fiscalizadores. Complementando la respuesta a la pregunta inicial del párrafo, los estados totalitarios no necesitan matar al cuerpo, solo les basta con desintegrar sus derechos.

En la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur ocurre algo que podríamos caracterizar como “totalitario”. En medio de la pandemia por el COVID19, y la cuarentena dictada a nivel nacional por el Gobierno, la administración provincial encabezada por Gustavo Melella desarrolló una APP para controlar y cronometrar las salidas de las personas para realizar compras. La novedad es que esta APP no solamente cronometra el tiempo para realizar compras esenciales y básicas, sino que también solicita datos personales y de geolocalización para habilitar la aplicación.

Como era de esperarse, las voces en contra de este avasallamiento no se hicieron esperar. Y las contradicciones aparecieron desde quienes quisieron imponer la medida.

La sociedad en la que vivimos ha establecido modos precarios de defender, aunque sea muy parcialmente, las libertades conquistadas. Pero aún poseemos algunos espacios en donde prevenir las disposiciones aniquiladoras. Unidos en la razón, protegiendo nuestra mirada, todavía podemos desactivar el germen de la coerción, de las hipnóticas falsedades, con las que pretenden convertirnos en cómplices del desmantelamiento de la libertad. Aunque la aplicación se llame “TDFUnida”.

 

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