Dar la palabra » Medio Ambiente » 28 feb 2019
Políticas, medios y propaganda
La posverdad ambiental (Por Adrián Schiavini)
La ciencia ayuda mucho en el proceso de tratar de distinguir verdad de mentira, no solo porque se basa en evidencias, sino porque propone una manera de afirmar o rechazar algo, un método. Aunque hoy en día es más correcto sopesar cuánta evidencia tengo para estar a favor o no de una posición, desterrando así el facilismo del mundo binario en que nos quiere ahogar la posverdad.
La posverdad es un término que se ha puesto de moda. Tradicionalmente se refiere a una serie de comportamientos donde la contrastación basada en evidencias y la búsqueda de la objetividad importan menos que las creencias en sí mismas y las emociones que generan, cuando se trata de crear corrientes de opinión pública.
En cierta medida refiere a cuando nos tratan de vender gato por liebre, o sencillamente cuando alguien nos chamulla, para convencernos de algo que no es verdad. Cuando le agregamos a los medios de comunicación y sus estrategias, se despliega una de las más formidables herramientas de manipulación de la opinión.
Si bien abundan los ejemplos de posverdad en la política vernácula nacional provincial y municipal, quería referirme a dos cuestiones vinculadas al manejo del ambiente que, en los últimos tiempos, ejemplifican el uso de la posverdad en la Tierra del Fuego. Para no ser pesimista, termino sugiriendo algún antídoto o vacuna para no caer víctima de este mar de mentiras adornadas que nos inunda con información no siempre certera.
Caso 1. La Ruta 30.
Desde su concepción, varios sectores de la comunidad se manifestaron a favor y en contra de esta ruta. Pero en particular, un sector de la comunidad cuestionó el CÓMO se diseñó esta ruta, no el hecho de si esta ruta era necesaria o no. Como alternativa se proponía llevar adelante un proceso participativo que entregara al gobierno elementos para tomar la mejor decisión acerca de por dónde pasar la ruta. En Dar La Palabra ya hablamos de esto acá y acá también.
La respuesta desde las autoridades, fue llevar la discusión hacia el plano emocional binario: los que se oponen a la ruta a) se oponen al desarrollo, b) no les importa ver morir a una persona accidentada en Punta Paraná porque la ayuda tardará horas en llegar, c) quieren una costa reservada para “sectores privilegiados” de la sociedad, y hasta el d) tienen intereses políticos electorales. La estrategia incluyó llevar a la Audiencia Pública oportunamente realizada a una serie de funcionarios misionando en defensa de la ruta, cuando lo que se buscaba era discutir cómo se estaba diseñando la ruta. Se sacó así del escenario la discusión del cómo para reducirlo a “ruta si” o “ruta no”.
Bajo ese escenario, ¿quién puede oponerse a la realización de una ruta tan necesaria? Ya el “cómo” no importa, luego de “asustar” al ciudadano con oportunidades laborales que no se darían sin la ruta, y otras maniobras clásicas de la Propaganda, que buscan desviar u orientar la atención.
Las exposiciones presentadas por las instituciones académicas y científicas en esa audiencia, dejaron en claro que el llamado Estudio de Impacto Ambiental está muy lejos de ser un documento útil para orientar las decisiones que deba tomar el responsable de administrar el ambiente, que es de todos y no de un gobierno. No obstante, el gobierno siguió adelante, aunque es bueno reconocer que, ya sea por razonamiento o por cierto pudor, las obras hoy se limitan al trazado preexistente, no a las zonas donde es necesario abrir una nueva traza. Pero en síntesis podemos anotarle un triunfo a la posverdad.
Caso 2. Salmoneras en el Canal Beagle.
Desde marzo 2018, cuando se conoció el acuerdo firmado para realizar el llamado “Estudio de Factibilidad” para instalar cultivos de salmón en las aguas territoriales de Tierra del Fuego, diversos sectores de la sociedad local se manifestaron en contra de que la salmonicultura se instalara en el Canal Beagle. Pescadores artesanales, cocineros, científicos y el sector turístico entre otros, se opusieron a esta iniciativa, basándose fundamentalmente en la evidencia disponible sobre los efectos de la industria salmonera en las aguas chilenas luego de mas de 30 años actividad. En este enlace pueden descargar algo de la información científica y de la literatura gris que fundamenta esto. Además en Dar La Palabra ya hablamos de esto acá y acá.
Desde las autoridades de aplicación de agroindustria y pesca, se decía que “Una vez que estén listos los estudios se respetará el nivel de carga que se aconseje y se hará una constante fiscalización.
La misma página del gobierno provincial decía que “Los resultados…, permitirán determinar no sólo las posibilidades de incursionar en esta industria, sino conocer cuáles son los mejores lugares y los tipos de especies a desarrollar”
En base a estas y otras declaraciones, estaba claro que la decisión era ir para adelante.
Un grupo de vecinos de Ushuaia y ONGs se movilizaron para instalar el tema en la sociedad, mediante las redes sociales, charlas públicas y hasta una movilización que reunió a fines de enero, pleno mes de vacaciones, a unas 300 personas. También ONGs nacionales, internacionales y otros sectores como cocineros de todo el país se manifestaron en contra (si quiere ver la historia de la oposición vaya a la página de Facebook de No Salmoneras.
Todo transcurrió en silencio por parte de las autoridades de aplicación. Cero información sobre los estudios hechos, las tecnologías que se consideraban en el estudio de factibilidad, las zonas estudiadas. Nada de información. Hasta que el 30 de enero de este año, un vocero del gobierno afirmó que “las salmoneras no están en la agenda del gobierno.
A la fecha la única voz que se ha escuchado es la del responsable de aguas, cloacas y saneamiento ambiental (con incumbencia tangencial a las salmoneras). Ni las autoridades de Agroindustria ni las de Ambiente (firmantes del acuerdo mencionado) se han manifestado al día de hoy.
Al margen de lo raro del vocero de la decisión, lo curioso es que los argumentos esgrimidos para retirar a la salmonicultura de la agenda, son los mismos que manifestaba la comunidad en el mes de marzo, luego de la firma del acuerdo: los daños al ambiente de la salmonicultura como se la conoce en Chile, el impacto que tendría esa actividad en los atractivos turísticos del Canal Beagle, entre otros. Es decir, la provincia gastó 95.000 dólares en algo que ya se sabía (aunque la sociedad desconoce a la fecha el resultado del estudio de factibilidad). Solo había que escuchar oportunamente a la sociedad, encarnada en sus ciudadanos, cocineros, gente dedicada a turismo o científicos. Entonces, en el marco de la posverdad, aparece una decisión como emanada de un proceso mágico de toma de decisiones. Y por supuesto no se habla de los recursos gastados.
El lector se puede preguntar ¿por qué doy vueltas alrededor de estos dos asuntos, cuando hay otras cosas tanto o más importantes que atender? La respuesta es que me preocupa darme cuenta de esto en temas de los que uno sabe algo más que los ciudadanos comunes, lo que me lleva a preguntarme en cuántos temas que me quedan “lejos” en relación con mi formación, se me estará escapando la liebre…
Entonces ¿Cuál es la vacuna contra la posverdad o el chamullo? ¿Cómo evitamos que los Durán Barba de allá y de acá nos quieran vender la mejor de las mieles cuando nos están dando vinagre?
La respuesta es que tenemos que ser agentes activos en la selección de información que nos llueve desde el responsable de administrar la cosa pública, así como desde los medios de información, reducidos en muchos casos a propaladores de gacetillas de prensa (cuando lea “el Ministro de XXXX destacó….” sospeche de que es una gacetilla. No creer lo primero que leemos. Ver quién lo dice, también ayuda (¿le creemos mas a Caruso Lombardi o a Bielsa?). Pero es esencial analizar qué evidencia fundamenta las diferentes posiciones, o si simplemente éstas se basan en creencias o ideas personales. Cuestione, pregúntese, discuta. Justo lo que no quieren los gobernantes que se sienten mas cómodos explicando poco para tener las manos libres. Recomiendo mucho a "El Gato y La Caja" un espacio que refleja “una voluntad, una urgencia y una necesidad de compartir la ciencia como forma de mirar y de verla colarse en tantos espacios como sea posible”. En esa página encontrarán muchas vacunas para la posverdad.
Hablando de vacunas, el crecimiento de los movimientos antivacunas que defienden el derecho de no vacunar a sus hijos es un emergente concreto actual de cómo se cuela la posverdad en nuestras vidas y decisiones. Estas decisiones afectan hasta a la salud pública, cuando familias no vacunadas viajan a otros países y trasladan el sarampión a su país…es evidente que el ambiente de posverdad afecta a mucho mas que el medio ambiente.
La ciencia ayuda mucho en este proceso de tratar de distinguir verdad de mentira, no solo porque se basa en evidencias, sino porque propone una manera de afirmar o rechazar algo, un método. Aunque hoy en día es más correcto sopesar cuánta evidencia tengo para estar a favor o no de una posición, desterrando así el facilismo del mundo binario en que nos quiere ahogar la posverdad, como las dicotomías de ruta vs. enemigos del progreso, o puestos de trabajo vs enemigos de las salmoneras.
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