viernes 19 de abril de 2024 - Edición Nº2340
Dar la palabra » Urbanismo » 23 may 2018

Debate sobre el tránsito en Ushuaia

Pan para hoy, hambre para mañana (Por Pablo Sulima)

En el transcurso de los últimos días se han publicado en este portal distintas posturas respecto del problema del tránsito en Ushuaia. Embotellamientos, falta de espacio para estacionar, maniobras peligrosas e imprudentes, accidentes, son algunas de las situaciones en las que nos encontramos cada vez con mayor frecuencia en la ciudad. Es nuestra intención presentar en esta nota algunos aspectos relevantes a tener en cuenta.


En el transcurso de los últimos días se han publicado en este portal distintas posturas respecto del problema del tránsito en Ushuaia. Embotellamientos, falta de espacio para estacionar, maniobras peligrosas e imprudentes,  accidentes, son algunas de las situaciones en las que nos encontramos cada vez con mayor frecuencia en la ciudad. Es nuestra intención presentar en esta nota algunos aspectos relevantes a tener en cuenta.

Por supuesto que el automóvil ocupa un lugar central en las economías contemporáneas. Hay más de mil millones de vehículos girando sobre el planeta. Como ya alguien ha informado en esta misma página, en Tierra del  Fuego tenemos uno de los promedios de autos por habitante más altos del país: tres de cada cuatro habitantes de la provincia posee uno. Además, hay varias industrias que se benefician de ello: las proveedoras de combustible, los vendedores de repuestos y de seguros o los talleres mecánicos, por citar algunos ejemplos. Ni que hablar del transporte de pasajeros, y en nuestro caso, de numerosos turistas que dejan valiosos ingresos tras su paso por Ushuaia. Podríamos decir que el automóvil es un factor esencial del crecimiento económico, no sólo local sino también nacional y mundial. No hay más que ver cómo se festejan los récords de patentamiento de autos tanto en el país como en la provincia.

Por supuesto, ello tiene su contrapartida. Como es más fácil vender autos que ampliar la superficie de circulación, las operaciones básicas de la aritmética nos permiten deducir que si hay muchos más coches pero no más calles ni avenidas, la consecuencia inevitable es el abarrotamiento del tránsito. Y en este sentido, habrá que reconocer que ni la opinión pública ni la clase dirigente han sabido apreciar el impacto social de tal situación a través del tiempo: el resultado, muchos autos, pocas calles (muchas de ellas en estado calamitoso, además) y todos los problemas que mencionamos en el primer párrafo de esta columna.

Como venimos haciendo a propósito de otros temas que hemos venido analizando, me interesaría proponerle, estimado lector, el ejercicio intelectual  de salirnos de la coyuntura y ver las cosas desde otra perspectiva. En primer lugar, es necesario reconocer que la lógica económica de nuestras sociedades no ayuda a resolver el problema: si el tránsito está colapsado y seguimos aumentando la cantidad de vehículos en circulación, la consecuencia inevitable es el empeoramiento sustancial del problema. Pero si decidimos, para paliar la situación, impedir la venta de autos eso provocará un cimbronazo en la actividad económica, con el consecuente impacto en las fuentes laborales de vendedores, talleristas o agentes de seguros.

En segundo lugar, el problema no se resuelve a partir de decisiones individuales, sino que es necesario revisar las actitudes del conjunto de los actores sociales: racionalmente, si quiero trasladarme de un lado a otro del ejido urbano de forma más rápida, voy a querer utilizar un transporte privado (generalmente, el auto particular). Pero si todos tomamos la misma decisión, la consecuencia es el colapso. Por supuesto, se puede pensar que si uno sacrifica su tiempo para atenuar la congestión, son los otros, los que no renunciar a usar su coche, los que se benefician. Y por lo tanto, si nadie renuncia al  bienestar individual, no hay lógica que no conduzca al fracaso. ¿Acaso usted, estimado lector, va a sacrificarse caminando o esperando el colectivo en el hostil clima ushuaiense para que sea su vecino el que se beneficie con el uso del auto calefaccionado?

Tercero, otra consecuencia del aumento de vehículos es el aumento de la cantidad de accidentes de tránsito. A nivel mundial, se calcula que por año mueren aproximadamente un millón doscientas mil personas, más del doble de las víctimas del hambre, las guerras y la violencia (incluido el terrorismo) tomados en su conjunto. Por supuesto, la solución a mediano y largo plazo es el desarrollo de los vehículos de conducción autónoma, pero eso significará el fin de taxistas, colectiveros y camioneros. ¿Qué trabajos podremos darles a cambio? Además, ello significaría modificar algunos de nuestros hábitos más extendidos socialmente ¿cuántas personas están dispuestas a renunciar al placer de manejar?

En último lugar, y lo más importante: uno de los principales responsables del calentamiento global es el uso de combustibles fósiles. Seguir aumentando la cantidad de vehículos en circulación supone aumentar la emisión de gases de efecto invernadero. No hay más que usar el sentido común para advertir que de seguir así vamos camino a un mundo recalentado, con eventos climáticos cada vez más catastróficos (quizá con escasez de alimentos fruto de sequías e inundaciones récords), en el que nuestros nietos nos pregunten por qué, si ya en 2018 sabíamos que estábamos calentando el planeta, no hicimos nada para evitarlo. No quiero ser catastrofista, pero le recuerdo al lector que al momento de escribir esta nota (20 de mayo) sigue sin nevar en Ushuaia, y a nivel mundial llevamos registrando 33 años consecutivos de temperaturas por encima de la media del siglo veinte[1]. Guste o no guste, cada vez que usamos el auto somos responsables de contribuir a agravar la situación.

Por supuesto, podemos negar todo, o echarle la culpa a los gobernantes, al capitalismo o a quién sea. Podemos seguir actuando como lo veníamos haciendo, y construir más calles, avenidas y estacionamientos, con el consiguiente impacto ambiental. También podemos seguir creyendo que son los castores los que destruyen nuestro medio ambiente. Lo que no podemos, a largo plazo, es seguir haciéndonos los boludos.

Sapere aude, estimado lector.

 

 

[1] https://elpais.com/elpais/2018/05/16/ciencia/1526488984_261713.html

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