Está claro que ningún periodista sano puede atribuirse la posesión de la verdad. Mucho menos la empresa que encarna un medio de comunicación.
Ahora bien, también es cierto que tanto unos como otros deberían tener a la verdad como una aspiración razonable.
No se le pide a un comunicador que revele una verdad científica, pero sí que nos proporcione un conjunto de premisas vinculadas entre sí bajo el paraguas de cierta lógica, de modo que la conclusión que se desprende de ellas resulte, al menos, atendible.
Un informe del periodista Rodolfo Barili, de Telefé Noticias, plantea sin medias tintas que las veredas calefaccionadas en Río Gallegos y en Ushuaia, suponen un derroche energético impropio de los tiempos que corren, con lo que la conducta subvenciona desde Buenos Aires el desgano o la pereza de los patagónicos por limpiar sus aceras congeladas.
Ahora bien, veamos en qué datos se apoya tamaña afirmación.
El informe nos muestra cuatro fotografías, donde se observa la construcción de veredas bajo el sistema de losa radiante. No aclara cuáles pertenecen a Ushuaia y cuáles a Río Gallegos. No da ninguna evidencia de que efectivamente hayan sido tomadas en Santa Cruz o en Tierra del Fuego. No menciona si esa situación es propia de un sector de cada ciudad o si es generalizada.
Son cuatro fotos. Y sirven para sostener un comportamiento de toda la región patagónica, inclusive de las decenas de ciudades no mencionadas en el informe.
Desde el punto de vista lógico, podríamos sostener, en principio, que se trata de una falacia por “generalización apresurada”. Es decir, se intenta concluir una proposición general a partir de un número insignificante de casos particulares.
Para estos casos, claro, lo aconsejable periodísticamente es ir a ver las veredas. Mostrar al periodista al lado de ellas para certificar que son veraces las imágenes. Encontrar en los municipios aludidos estadísticas confiables sobre la cantidad de casos similares y reforzarlos con testimonios balanceados de autoridades, vecinos y constructores.
Más fácil es mostrar cuatro fotos desde un estudio calefaccionado en Buenos Aires.
La pereza, la holgazanería o la desidia que el informe nos endilga a los patagónicos, por no limpiar las veredas con nuestras propias manos, es la misma que sin mucho esfuerzo intelectual se les puede enrostrar a los responsables periodísticos de Telefé.
Sin embargo, hagamos nosotros el esfuerzo que el medio porteño no hizo, y evitemos quedarnos en la simple falta de verificación de la información que se suministró en horario central a millones de espectadores.
Vamos a suponer, sabiendo que no es cierto porque vivimos aquí, que efectivamente el uso de veredas calefaccionadas es generalizado en la ciudad donde habitamos.
Obviemos contar que gran parte de la ciudad directamente no tiene veredas, ni calientes ni frías, y que los peatones caminan por la calle sobre la nieve y el hielo del invierno, a riesgo de ser embestidos por los vehículos que también transitan por calles de espacio restringido.
No digamos que los vecinos de las zonas altas, los más pobres de la ciudad, no solo carecen de veredas calefaccionadas, sino que tampoco tienen gas natural, ni agua potable ni cloacas.
Vamos a dar por cierto y verificado, que las “veredas calientes” se utilizan en una porción mayoritaria del territorio fueguino, como si además tuvieran un costo que no demandara un esfuerzo económico importante.
¿Sabrá Barili y Telefé lo que significa palear dos o tres veces por día una vereda congelada, porque a las pocas horas vuelve a nevar o escarcha de nuevo?
¿Cómo pensarán que pueden someterse a ese esfuerzo físico los ancianos, los enfermos o los discapacitados?
¿Habrán pasado alguna vez estas personas por la inquietante experiencia de intentar empujar un cochecito de bebé, una camilla de hospital o el carrito del supermercado, por las huellas de una superficie nevada o esculpida en hielo?
Los responsables periodísticos de este informe, ¿habrán atravesado la gimnástica pirueta de pedalear en el aire y agitar los brazos hasta caer de espaldas, con peso muerto, sobre el hormigón congelado de una vereda sin limpiar?
¿Acaso contarán con estadísticas de la cantidad de lesionados graves, quebrados o fisurados, que atienden cada invierno los centros de salud de la provincia?
¿Habrán sentido alguna vez, aquellos cuyo principal obstáculo urbano es una baldosa floja, lo que se siente caminar cinco o diez cuadras con la nieve cayendo de frente, con los copos filtrándose hasta por la nariz, con el suelo desdibujado por la irregularidad de la precipitación?
Por último, para contextualizar el informe y ubicarlo en su justa medida de importancia, ¿no deberíamos saber los espectadores, cuánto dinero representan los subsidios energéticos a la Patagonia, respecto del gasto total energético del país?
Y ya que estamos, ¿no debería hacerse constar que el gas utilizado para calefaccionar las veredas calientes, se extrae de pozos hidrocarburíferos que se encuentran dentro de la provincia, y que a través de gasoductos se envía para calefaccionar, entre otras zonas, los canales de televisión del microcentro porteño?