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Dar la palabra » Cultura » 31 jul 2018

El encanto del invierno fueguino

Todo lo que podes no odiar de la nieve en Tierra del Fuego (Por Guillermo Worman)

Vivir la nieve es darse ese permiso. Autorizarse a sorprenderse con un sinnúmero de alternativas que la nieve nos regala. Podemos estar ahí, patinando en pleno centro de la ciudad a precios sumamente accesibles, esquiar en las tres modalidades que se usan en estas latitudes, tirarse en snowboard desde la montaña, o participar en los concursos de esculturas en la nieve.


Leer la nota sobre la nieve de Carlos Zampatti en este mismo portal fue para mi una excelente experiencia. Si se pudiera hacer un balance, convivimos con el hielo, la nieve y el frio entre 5 y 6 meses al año. Gracias a eso, miles de turistas argentinos y extranjeros nos visitan para compartir una vivencia inigualable. Y para los que habitamos en tierras fueguinas, la etapa blanca del año es una oportunidad única que se repite como un ciclo interminable y encantador.

Pero ese fenómeno nevado se transforma en un impedimento para quienes no logran aclimatarse al extremo sur del continente.

Recuerdo que decidí vivir en Ushuaia después de compartir un campamento en la base del Cerro Bonete, allá por febrero de 1993. Aquellos días me resultaron deslumbrantes. Abrir la carpa junto a la Laguna Esmeralda por la mañana, y desayunar contiguo a las aguas de ese espejo de agua fascinante.

Gabriel Ramonet, responsable editorial de este portal, tiene una obsesión íntima con el arraigo. Con el fenómeno de mimetizarse con vivir en Tierra del Fuego, y no con el anhelo de irse hacia algún lugar en todo momento. Esa forma de no vivir durante años en el lugar, para esperar el momento del desnido. Como transitar un recorrido trágico, con la esperanza de terminar y ponerse en camino hacia el otro lugar esperado.

Ese sitio que es vivido como un espacio desde donde uno nunca se fue, y que por lo tanto hace imposible dejarse vivir en las tierras australes de la Isla del Fuego.

Vivir la nieve es darse ese permiso. Autorizarse a sorprenderse con un sinnúmero de alternativas que la nieve nos regala. Podemos estar ahí, patinando en pleno centro de la ciudad a precios sumamente accesibles, esquiar en las tres modalidades que se usan en estas latitudes, tirarse en snowboard desde la montaña, o participar en los concursos de esculturas en la nieve.

En mi caso, añoro como pocas cosas correr o hacer caminatas en la nevada, preferentemente en el bosque y entrada la noche. Por ejemplo, el próximo 8 de septiembre hay una carrera que me resulta un evento inmejorable. Es una nueva edición del Desafío Invierno, un recorrido social o competitivo, que bien puede hacerse en familia o como corredores nocturnos. Esta fiesta cruza el Valle de Tierra Mayor y pega la vuelta hacia el Cerro Krund, dentro del bosque nativo que está sobre la margen Norte de la Ruta 3. Ese trayecto, y hasta el final, se hace plenamente de noche dentro de la profundidad solamente iluminada por la luces frontales de quienes recorren la oscuridad de esa senda extraordinaria. Son decenas de puntos encendidos que avanzan hasta el fin de ese recorrido, peregrinando por el interior de la montaña boscosa que termina dentro de un valle de nieve, oscuridad nocturna y hielo.

Patinar, hacer esquí, levantar muñecos de nieve, correr, andar con raquetas, fotografiar el entorno blanco o tirarse en trineo son actividades compatibles con el ambiente fueguino.

Además, son alternativas que nos relacionan con el lugar en donde decidimos vivir, para no ser nómades sufrientes que esperan el momento de emprender el regreso.

Principalmente, para vivir el placer de disfrutar algo que está tan a la mano de todos. Ese entorno y contorno blanco, que es tan nuestro y de todos.

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