Dar la palabra » Cultura » 26 jun 2023
Historias y personajes
Seis encuentros con el "ona guerrillero" (Por Carlos Zampatti)
José María Beauvoir, uno de los fundadores de la Misión La Candelaria, lo llamó CAPELO por la especie de gorro, habitual en las ceremonias de iniciación, que solía usar. Sus pares lo llamaban SERIOT. Lo vamos a recordar a través de lo relatado por distintos actores y testigos de la época
José María Beauvoir, uno de los fundadores de la Misión La Candelaria, lo llamó CAPELO por la especie de gorro, habitual en las ceremonias de iniciación, que solía usar. Sus pares lo llamaban SERIOT. En algunas publicaciones se lo menciona como de la etnia ona o Shelknam mientras que el padre Beauvoir indica que su origen es haush. Juan Belza, uno de los más documentados historiadores de Tierra del Fuego, lo designa, quizás con cierta liviandad, «el ona guerrillero».
Hay referencias escritas de seis encuentros entre Capelo y quienes vinieron a colonizar Tierra del Fuego. Estos encuentros aluden al impacto del enfrentamiento de culturas y civilizaciones distintas. Unas que ya estaban y otras que recién llegaban con la intención de quedarse. Para ello estaban dispuestas a enfrentarse a lo que fuera. Nada nuevo. Tan viejo como la historia de la humanidad. Como desde cuando los homos sapiens desplazaron, eliminándolos, a los nearthentales hace decenas de miles de años.
Lo vamos a recordar a través de lo relatado por distintos actores y testigos de la época, tratando de explicar los hechos de la forma más objetiva posible. Una objetividad seguramente cuestionable porque los relatores pertenecen a la parte de la civilización que vino a ocupar el territorio.
PRIMER ENCUENTRO CON CAPELO-SERIOT:
Bahía Buen Suceso (Ash Paltn en haush), año 1891. En la punta del triángulo de Tierra del Fuego, frente a la isla de los Estados, el gobierno argentino instaló un puesto de subprefectura. Servía para dar asistencia a los barcos que se animaban a desafiar las corrientes del estrecho de Le Maire como paso previo al destino más temido, el cabo de Hornos.
El subprefecto era Luis Fique que había llegado a Ushuaia junto con Lasserre siete años antes. Vivía con su esposa, un par de marineros y unos pocos indios reducidos. El gobierno nacional enviaba fondos para mantener un grupo de onas y haush: les daban vestimenta, comida y techo. La presencia de ellos era importante no sólo por ser conocedores de la geografía de la península sino también para la contención de los belicosos indios del norte.
El año anterior, en un experimento, embarcaron a uno de los indígenas, un muy joven haush con rumbo a Buenos Aires en donde estuvo varios meses. Volvió impresionado por todo lo que vio, cosa que contaba en un castellano bastante fluido.
Fique quiso repetir la experiencia con otro joven, al que llamaban Seriot. En principio no quería saber nada: tenía una mujer joven, muy bonita, que temía perder en su ausencia. Finalmente aceptó cuando Fique se comprometió a cuidarla personalmente hasta su regreso. A su vuelta, varios meses después, la mujer no estaba en la subprefectura. Le dijeron que la habían llevado a la Isla de los Estados y que volvería en el próximo viaje del Villarino, cosa que no sucedió.
Entonces Seriot urdió el plan de raptar a la mujer de Fique y tenerla de rehén hasta la devolución de la suya. Enterados del plan el personal de la subprefectura extremó la vigilancia y al próximo viaje del Villarino embarcaron a la esposa con rumbo a Ushuaia. Los fondos para la manutención de los indios reducidos comenzaron a escasear.
SEGUNDO ENCUENTRO CON CAPELO-SERIOT:
Meses más tarde, en abril de 1891, Luis Fique reporta a sus superiores que un nativo de su conocimiento llegó a la subprefectura informando que una expedición de hombres blancos fue atacada en el cabo San Pablo por un grupo de nativos capitaneados por Seriot. Algunos de los atacantes eran indios reducidos que se habían ido de Buen Suceso por la falta de asistencia. Los sobrevivientes del ataque quedaron en Bahía Tetis, a unos 30 kilómetros al norte, a la espera de auxilio.
Fique parte con algunos ayudantes en el cúter Patagones y encuentra en el lugar indicado a dos franceses, Rousson y Willems. Venían desde Punta Arenas en una misión científica encomendada por el gobierno francés con un guía y dos peones. Habían pasado por San Sebastián, cruzado el río Grande y en San Pablo se encontraron con un grupo de nativos. Algunos de ellos estaban vestidos como los indios reducidos de Buen Suceso y Seriot parecía ser quien los capitaneaba. Hicieron campamentos unos cerca de los otros.
A pesar de la desconfianza mutua, durante un par de días confraternizaron e incluso cazaron guanacos en forma conjunta. A la tarde del tercer día los nativos rodearon las carpas de los expedicionarios y luego del grito de estremecedor una anciana, algo así como un aviso de guerra, los atacaron. Seriot se abalanzó sobre Willems que pudo eludir la estocada al corazón pero quedó herido en un brazo. Comprendiendo la situación, uno de los indios reducidos que en un principio formaba parte de la tribu, con un hueso de costilla de ballena defendió a los expedicionarios. Este hecho, incluyendo que uno de los peones logró alcanzar una carabina con la cual se defendió, hizo que los onas se dispersaran. El que los había ayudado con la costilla de ballena se unió al grupo de blancos. Contó que el hacha con el que los atacaron, fósforos, cigarros y otros elementos que traían, se los habían robado a unos mineros croatas en El Páramo, que presumiblemente fueron muertos.
Finalmente, los expedicionarios llegaron a Buen Suceso, algunos a caballo y otros en el cúter con Fique. Allí esperaron a que pasara el transporte Villarino, que los llevaría a Ushuaia para luego desde allí retornar a Punta Arenas en el vaporcito Golondrina.
TERCER ENCUENTRO CON CAPELO-SERIOT:
En 1883 se funda la misión Nuestra Señora de la Candelaria. En primera instancia se instaló en la margen derecha del río Grande, cerca de donde después se construyó el puente colgante, en el lugar llamado «Barrancos Negros». Poco después fue trasladada aguas abajo del río a un lugar llamado «Los tres chorrillos». Fue destruida por un incendio el 12 de diciembre de 1896, luego del cual la reubicaron al lugar actual y definitivo.
En el original emplazamiento, José María Beauvoir quien estaba a cargo, consigna que el viernes santo de 1894 un grupo de indios solicitó ser cruzado desde la margen sur del río, cosa que hicieron en un bote. Una vez en la misión, uno de ellos se presentó como Seriot y a partir de allí Beauvoir lo nombró en sus informes como Capelo. Le dijo que venía de Buen Suceso y que el capitán de allá, presumiblemente Fique, le habló del cura diciéndole que había instalado una misión para cuidar a los nativos.
—Yo venir con mi gente y hablarte ―anotó el padre que le dijo―. Nosotros, indios, mucho miedo cristianos, porque mucho malo, siempre pum, pum, pum y siempre wituchen (morir).
Cuando bajó la marea, el resto de los onas, unos 300, cruzaron el río y las mujeres hicieron campamento cerca de la misión. Según la descripción de Beauvoir, los indios del sur eran altos, fornidos, bellos, muy pintarrajeados en el pecho, el rostro y los brazos.
Convivieron bien unos días. Al cuarto día, a eso de las cinco de la tarde, hubo una gritería. Capelo le dijo al cura que a los lejos, a la altura del Cabo Domingo, se veía venir a los indios del norte y que ellos debían prepararse para la defensa. Capturaron a una avanzada de 10 indios norteños y Beauvoir debió interceder para que no los mataran.
Días después hubo varios conatos de agresión entre los del norte y los del sur en los que el cura debió mediar para que la cosa no pasara a mayores. Estuvieron varios días acampados en los alrededores de la misión en una tensa espera. Los del norte se replegaron más allá del cabo Domingo y dos días después Capelo se despidió y en nombre de todos le agradeció la hospitalidad del capitán tololiken (buen corazón).
Luego, en una carta a sus superiores Beauvoir escribe que Capelo «era un desgraciado en el que no se podía confiar, como tampoco en los otros sencillos salvajes». Con el tiempo se enteró, en una aparente confirmación de lo anterior, que luego de irse y cruzar el río se enfrentaron con los del norte en una batalla en la que hubo muchos muertos y heridos en los dos bandos.
CUARTO ENCUENTRO CON CAPELO-SERIOT:
El gobernador Pedro Godoy, el 28 de mayo de 1894 eleva al Ministro del Interior un informe del subprefecto de Bahía Tetis (lugar a donde se había trasladado la subprefectura Buen Suceso, ya sin Luis Fique) que dice «el marinero uruguayo Luciano Gallardo, desertor del Villarino y recluido en esa base, fue asesinado por un móvil de robo, y supone que el asesino es Capelo por sus malos antecedentes en San Pablo y Río Grande.
Supone además el subprefecto que Capelo, junto con otros indios, tuvo que ver en la muerte del marinero español N. Barón, tripulante de la fragata inglesa “Duchess of Albany”, naufragada el año anterior.
QUINTO ENCUENTRO CON CAPELO-SERIOT:
El 14 de agosto de 1894 llegaron a la misión La Candelaria varios hombres, unos buscadores de oro y otros empleados del gobierno argentino. Entre los primeros estaba Jacobo Saint Martín (Beauvoir lo califica primero de homicida y luego de «confiado en exceso con los indios»). Estuvieron varios días «sirviéndose de nuestra hospitalidad» y luego fueron a cabo Peñas, presuntamente a buscar oro. El 5 de setiembre volvieron a la misión tres de los expedicionarios jadeantes y con las ropas hecha jirones.
—Ayúdenos, padre. Los indios mataron a Saint Martín y a otros dos. Nosotros pudimos fugarnos.
Lucas Bridges completa el relato. Los mineros (eran 4 dálmatas, Saint Martín y un gauchito de largo cuchillo) habían acampado bajo unos árboles entre dos lomadas. Estaban comiendo cuando Capelo apareció pidiendo comida para él y un grupo pequeño de indios que estaba cerca. Los mineros le dijeron que sí pero que viniesen desarmados. Capelo fue al grupo numeroso que estaba acampando cerca y eligió a los cinco más fuertes. Los mineros estaban comiendo el guiso cuando sin más los indios los atacaron aferrándolos por la fuerza y de sorpresa. Saint Martín fue atado y decapitado por Capelo.
El gauchito del cuchillo largo pudo zafar a planazos. Junto con otros dos ayudantes montó en su caballo al pelo y pudo huir. A los demás los mataron a flechazos.
Beauvoir le dio dos caballos para volver a San Sebastián y los hizo acompañar por alguien de la misión con una carta para el comisario contándole lo sucedido. A la semana llegaron a la misión el comisario de San Sebastián con dos soldados y seis voluntarios, todos bien armados. Siguieron hasta cabo Peñas pero no encontraron más que restos del campamento de Capelo y su tribu.
Según Bridges, los onas imaginaron que serían atacados en represalia y se escondieron cerca del campamento esperando la partida policial para emboscarlos. Pasaron los días y ante la demora hubo reyertas entre ellos y se dispersaron. Capelo (siempre según Bridges), frustrado en su intento de copar la misión salesiana, puso los ojos en Harberton.
SEXTO ENCUENTRO CON CAPELO-SERIOT:
Brigdes «Una tarde en Cambaceres se presentaron dos indios, Chashoat y Capelo, fuerte, de estatura mediana, vestido con traje de hombre civilizado. No me gustó nada. Pidieron permiso para acampar a orilla del bosque, lo de siempre. No puse objeción, traían un atado de ropa, un rifle, un revólver, una escopeta, un largavista y dos perros de raza desconocida entre los onas. Deduje que habían saqueado un campamento de blancos».
«Entonces, en prevención, mandé a mi tía a mis dos hermanas hasta Harberton. Un alemán amigo, grandote, Roberto Schmidt, que me acompañaba emparejaba los tantos. Las relaciones estuvieron tensas unos días. Luego pasó un vecino, Balmaceda, que vio todo y fue a Ushuaia dar aviso a las autoridades. De inmediato, al mando del jefe de policía Ramón L. Cortés, embarcaron un grupo de gendarmes rumbo a Harberton, y luego a Cambaceres. Rodearon el campamento tomando a los indios por sorpresa. Cortés le dio el alto a Capelo que estaba desarmado. Éste se abalanzó sobre él para tratar de quitarle el revólver. Uno de los policías, ante ello, le disparó, matándolo. Los otros dos fueron apresados, uno de ellos herido».
Los restos de Capelo fueron llevados a Ushuaia, juntos con los demás prisioneros, hombres y mujeres, que estuvieron en esa situación un tiempo hasta que los liberaron. El cráneo de Capelo fue enviado tiempo después al Museo de Ciencias Naturales de la Plata donde estuvo hasta 2016 cuando ante gestiones de la comunidad indígena Rafaela Ishton fueron restituidos a sus tierras ancestrales en Tolhuin.