Aunque el concepto es por supuesto muy anterior a él, escuchar a Roberto Gómez Bolaños en una vieja entrevista grabada para el exitoso ciclo La Noticia Rebelde, en el viejo canal 7, hablando sobre el heroísmo, me conmovió hasta el punto de verme obligado a repasar una y otra vez cada una de sus palabras.
El verdadero heroísmo, aseguraba el mítico creador de El Chavo y el Chapulín, “no consiste en carecer de miedos, sino en superarlos”.
Es decir que, en principio, el verdadero valiente no es el que no teme, sino el que aun temiendo, igual actúa.
Y agregaba Gómez Bolaños dos complementos imprescindibles para esta reflexión. El primero es una gran definición filosófica: “los todopoderosos no pueden sentir miedo, y entonces no pueden ser superhéroes”.
Se refería, claro, a Superman, a Batman o al Capitán América, en contraposición con el débil Chapulín de su autoría, pero me parece que el criterio es aplicable también a otro tipo de “superpoderes”.
Por ejemplo al de los funcionarios inescrupulosos, al de los empresarios acumuladores de riqueza o al de los jueces que se sienten parte de una casta elitista.
Y también creo que se refería Gómez Bolaños a los “superpoderes” que suponen poseer esas personas soberbias, que nunca son capaces de reconocer un error, o que uno ve caminando por la vida con aire de “ganadores perpetuos”, a los que todo o casi todo les sale bien. Son aquellos que sienten la necesidad de ostentar sobre sus logros personales, sus avances económicos o sus progresos profesionales. Son los “Superman” sin capa ni puños de acero concebidos por una sociedad capitalista donde precio y valor tienden a parecerse aunque sigan siendo completamente lo contrario.
Y el último condimento que nos proponía el genial Chespirito en aquella vieja entrevista de 1987, consistía en considerar que los verdaderos héroes, son aquellos que pierden muchas veces sus batallas. Aunque sus ideas terminen triunfando en un futuro que muy probablemente no lleguen a ver, mientras tanto pierden y suele pasarles que todo les sale mal.
Tenemos, entonces, gente que supera el miedo, a pesar de sufrirlo. Gente sin superpoderes, ni reales ni autoconcebidos. Gente que pierde muchas batallas, pero no abandona sus ideas.
Dicho todo esto, quien escribe no tiene más remedio ni opciones que identificarse con los verdaderos y auténticos antihéroes.
Pero no se confundan algunos. No somos parte de la legión de perdedores que hace de la derrota un culto, o del éxito una utopía.
Somos antihéroes que tenemos miedo cuando nos asustan, y que sin embargo tratamos de levantarnos para seguir librando nuestra humilde batalla en pos de la vigencia de un grupo de ideas y valores que consideramos indispensables para la construcción de una sociedad mejor.
Somos antihéroes traicionados por algunos de quienes considerábamos nuestros amigos de aventuras. Antihéroes que han creído ingenuamente en referentes políticos convertidos luego en panqueques de sus propios ideales. Antihéroes que han visitado las cuevas del infierno, para entender que allí no teníamos nada más que hacer.
Somos antihéroes más calmos, y más cautos, pero con el mismo fuego de siempre. Acostumbrados a perder batallas, pero dispuestos a seguir dándolas.
Nos importan poco los “Superman” ganadores de la vida que deambulan sin miedo creyendo que nunca serán derrotados. Nosotros perdimos muchas veces. Somos torpes. Nos engañan fácil. Nos equivocamos cada cuatro baldosas.
Pero cuidado, porque nosotros seguimos convencidos de que al final, siempre ganan los buenos.