miércoles 18 de diciembre de 2024 - Edición Nº2583
Dar la palabra » Política » 5 mar 2020

La ampliación del Superior Tribunal

Ay que buena está la fiesta, Nené (Por Gabriel Ramonet)

El poder real se prepara, esta vez, para armarle una gran fiesta de bienvenida al mundo de los visibles, al verdadero jefe en las sombras del Poder Judicial, que si no hay contratiempos, se convertirá, ahora sí, en el jefe institucional y legítimamente designado, de toda la familia judicial.


 

 

El poder real de Tierra del Fuego se apresta a dar uno de los mayores golpes a la institucionalidad fueguina de los últimos 20 años. Se van a apoderar de la última palabra de cualquier conflicto. Todo lo van a definir ellos. De quiénes son los bienes, a quiénes y cómo se cobran los impuestos, cuál es el límite de la libertad de expresión y hasta a quién le corresponde ir preso.

El poder real no es lo mismo que el poder formal. El formal lo tienen las autoridades: el gobernador, el intendente, los legisladores, los jueces. Pero el poder real es el verdadero poder, porque no depende del resultado de una elección. Lo ostentan quienes mandan por encima de cualquier coyuntura. Y sobre todo, por encima del conocimiento de la mayoría de la gente.

Sin embargo, el poder real y el formal a veces necesitan coincidir en una esquina. Aunque siempre conversan, y comparten vinos, asados y parientes, hay momentos fundacionales, en que el poder real da la cara. Se muestra por un rato para dejar claro quién manda y especialmente para acceder a lugares que le garantizarán mantener el mismo estado de situación, pase lo que pase con la cambiante realidad política.

El poder real se prepara, esta vez, para armarle una gran fiesta de bienvenida al mundo de los visibles, al verdadero jefe en las sombras del Poder Judicial, que si no hay contratiempos, se convertirá, ahora sí, en el jefe institucional y legítimamente designado, de toda la familia judicial.

No es poco para quien además lidera la familia más poderosa de la provincia, con vínculos muy bien aceitados con los políticos, con empresas contratistas de obra pública, con comercios, con medios de comunicación, con estudios jurídicos y hasta con universidades.

No es poco porque entonces, el camarista Civil Ernesto Loffler ya no necesitará hacer tantos llamados, mostrarse en fotos de campañas políticas, perfeccionarse en doctorados o viajar a las Islas Malvinas para que todos sepan de quién se trata.

Ahora estará en la cima del poder real y del poder institucional. Mirando a todos desde arriba. Levantando y bajando el pulgar en el palco, mientras los gladiadores se pelean en la arena por las migajas de algún mandato o reelección.

Como el verdadero poder es también la impunidad, no habrá nada a escondidas. Habrá una fiesta, un banquete público al que todos asistiremos sin chistar, con derecho, a lo sumo, a poder mirar cómo se llevan puesta a la Justicia.

El proyecto de ampliación del Superior Tribunal de Justicia de tres a cinco miembros es tan antiguo que el ex operador judicial del manfredottismo, el fallecido Héctor “Titi” Pena, se lo planteó al ex jefe de la Justicia Tomás Hutchinson en 1999, o sea, hace más de 20 años. En ese entonces, a Hutchinson le pareció más patriota contraponer un régimen de  jubilaciones anticipadas  y los jueces se fueron en fila dejando sus sillas vacías para que Manfredotti pusiera a quien se le diera la gana.

Ahora es otro escenario. El Movimiento Popular Fueguino de los Loffler llegó a la gobernación en la alianza con Forja, el partido del gobernador Gustavo Melella, y se apresta a demostrarle a sus ocasionales socios políticos, quién maneja el poder real de la provincia.

Analicemos esta secuencia. Aunque es probable que el proyecto de ampliación del Superior Tribunal estuviese consensuado de antemano con los integrantes de la alianza, fue Melella quien, ¿inesperadamente? comenzó a enarbolar un discurso proclive a la reforma de la Justicia y, en especial, a quitar a la política del sistema de selección de jueces.

Tal vez emulando algún discurso presidencial de Alberto Fernández, o quizá por convencimiento propio, Melella repitió una y otra vez ese latiguillo en su discurso de asunción, en entrevistas periodísticas y en el discurso de apertura de las sesiones legislativas.

¿A qué se refiere Melella con reformar la Justicia y quitar a la política del sistema de selección de jueces, cuando sus socios mopofistas se aprestan a realizar la mayor interferencia política de la historia judicial fueguina ampliando el número de miembros de la Corte y poniendo en uno de esos lugares nada menos que a uno de los hermanos Loffler?

Como además Melella le mojó la oreja a los jueces que tienen OSDE en lugar de la obra social del Estado, y lanzó otros dardos en tono sacerdotal durante su discurso del 1 de marzo, parece que la corporación “lofflerista” o “loffleriana”, decidió reaccionar en serio.

No debe ser casualidad que al día siguiente del discurso de Melella, el juez Gonzalo Sagastume, el más cercano al gobierno actual (o al menos a una facción del gobierno) apareció anunciando en los medios la inminente presentación del proyecto de ampliación del Superior Tribunal.

No debe ser casualidad que cuando le preguntaron a Sagastume si había hablado del tema con Melella, contestó que no, a pesar de que se habían reunido hacía pocos días.

No debe ser casualidad que el proyecto está listo para ser presentado y tratado en pocos días, sin que se sepa hasta el momento cuál es la postura del gobernador sobre este tema.

¿Cómo va a explicar Melella que quiere sacar a la política de la designación de jueces, y el primer gran acto judicial durante su gobierno será ampliar el Superior Tribunal y poner como juez a un miembro de su alianza política? ¿No era que había que sacar a la política de la designación de jueces?

Otra cosa. Si el objeto de toda la movida es poner a Loffler en el Superior Tribunal. ¿Por qué se amplía el número de jueces a cinco? ¿Será para negociar con ese cargo, los votos necesarios en la Legislatura para aprobar la ampliación de miembros de la Corte? ¿Será que ese lugar está, entonces, reservado para que lo definan los justicialistas, en todas sus formas y bloques?

Igual, todo se parece bastante al carnaval carioca de una fiesta que ya está armada en sus partes medulares. Suena música de impunidad. Los comensales van terminando el postre y se ponen las caretas. El poder real sacó a bailar a la más linda del grado. Piensa ponerse de novio con ella. Mientras los demás mascullan envidia, miedo o resignación, y se quedan calladitos, mirando y pensando en algún premio consuelo.

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