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Dar la palabra » Política » 19 jun 2019

La confesión del gobernador electo

Salir del clóset es político (Por Pablo Riffo Torres)

El asunto es noticia porque justamente incomoda al que no lo vive. Porque el que reclama que no debería ser noticia es el mismo que oculta sus familiares gays, o que directamente no es capaz de asumir su propia condición.


Toda salida del clóset es política. Y si la salida resulta ser la del gobernador electo en primera vuelta, mucho más. Gustavo Melella dijo en estas horas lo que “todos sabíamos”, o suponíamos, o sospechábamos pero que jamás había dicho en público.

“Soy gay, sí. Estoy en pareja hace muchos años, como 16 años” le dijo después de una pausa mínima a la periodista Nancy Pazos quien le preguntó al aire sobre su sexualidad. La noticia para algunos puede resultar relevante, pero la tendencia es minimizarla.

“¿Y? ¿Cuál es la noticia? Lo que importa es que gobierne bien” se leyó en un comentario de un portal de noticias. “No debería ser noticia” opinó otra persona en otra red social, y si bien estoy de acuerdo en la utópica solicitud de normalizar ciertas situaciones; la salida de clóset de alguien, asumirse gay, es una acción política que genera todavía revuelo y discusiones.

Sin ir más lejos, lo que uno pensaría que no, pero sigue existiendo, es la tendencia de considerar “enfermos” o especiales a los gays. Asumir la sexualidad diversa de una persona de la relevancia de un gobernador electo no es inmiscuirse en sus gustos a la hora del sexo.

Porque ser gay es mucho más que simplemente tener parejas sexuales del mismo género. Es naturalizar una situación que la heteronorma marca como particular, distinta, reprochable. No solamente porque a la comunidad LGBT sigue sufriendo persecución no solo en los países donde los condenan a muerte, sino también acá cerca donde un vecino no quiere que su hijo tenga un maestro gay.

Porque la heteronorma dice que todos son heterosexuales hasta que se demuestre lo contrario. Porque a un gay todavía lo quieren cagar a palos porque gusta de un tipo que no es gay, o porque lo mira con deseo o se enamora.

El asunto es noticia porque justamente incomoda al que no lo vive. Porque el que reclama que no debería ser noticia es el mismo que oculta sus familiares gays, o que directamente no es capaz de asumir su propia condición.

¿Por qué uno tiene que aclarar que no es heterosexual? Porque la heteronorma rige las conductas de las sociedades. Porque el formato binario de relaciones entre las personas regla lo que es “común” y lo que es fuera de lo común. Lo llamativo, lo “raro”.

Ser gay y asumirlo no es solo confesiones de diván donde uno cuenta como parte de su rutina que se acuesta con personas del mismo sexo. Es quebrar con los prejuicios personales impuestos por la sociedad, la religión, las “buenas costumbres” y reclamar públicamente por los derechos que la comunidad LGBT viene peleando durante décadas.

Es una lucha interna, y externa. Es un desafío propio y a la vez un ejemplo para el conjunto social que insiste en minimizar la conquista de los derechos. Que los gays nos podamos casar, que podamos tener una familia, que se incluya dentro de la educación sexual integral a la homosexualidad como una variante más y no como una enfermedad; son situaciones difíciles de comprender desde una posición privilegiada por la heterosexualidad.

¿Por qué al heterosexual inclusivo le molesta tanto que se hable de ese tema? ¿por qué el límite de la homosexualidad son las sábanas de la persona? Son preguntas que hay que hacer y reflexionar. Hablar de la sexualidad de alguien no es homofóbico, homofóbico es pensar que se habla de la misma con una connotación negativa.

¿Por qué Melella elige hasta hoy para contarlo? ¿Le restaba como candidato? ¿no era que daba lo mismo? ¿Le perjudicaba en la denuncia por abusos? ¿Los gays somos más propensos a abusar sexualmente de alguien? En el manual de los prejuicios, un poquito todas son correctas. No quiero decir que estoy de acuerdo con ellas, quiero decir que son todos los perjuicios que, de mínima, hay que enfrentar al momento de “salir del clóset”.

Que van a pensar en tu trabajo, qué va a pensar tu familia, tus amigos, tu entorno. Que si tus amigos se van a sentir acosados (porque al hétero siempre le parece que el gay se lo quiere levantar, aunque no levante ni sospechas), que si tu familia te va a seguir amando o te vas a tener que ir de tu casa; preguntas y planteos que una persona heterosexual jamás va a tener que enfrentar.

Como dije al principio, toda salida del clóset es política, y confronta de lleno al heteropatriarcado que rige las conductas sociales hasta del más moderno aliado. Es una decisión que requiere valor, acompañamiento, pero sobre todo mucho amor propio, y por eso se banca, se festeja y se cuenta.

 

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