Todos y mucho más quienes fuimos niños en tiempos de moralejas, recordamos aquella famosa fábula en la que una cigarra –la de Esopo no la de María Elena Walsh-, se la pasaba cantando al sol, burlándose de una laboriosa hormiga que trabajaba sin descanso para ganarle al invierno.
Fue Álvaro Alsogaray quién curiosamente hizo famoso aquello de “hay que pasar el invierno” instalando una clara metáfora del ajuste y de la visión que más tarde y en los tiempos de su hija María Julia, quedaría como estandarte de la visión neoliberal de la economía. En versión libre, habría así una moraleja aleccionadora sobre el despilfarro de la cigarra populista. Frente al consumo fácil, la única salida que quedaba era hacer la de la hormiga para que vuelva la inversión, el crecimiento y finalmente el derrame.
En la misma línea y en jerga climática, suele hablarse hoy de enfriar la economía para poner fin al calentamiento inflacionario heredado de un ilusorio y efímero acceso al consumo por parte de las mayorías populares, procesos que también y muchas veces es aludido como una primavera o un veranito económico.
Recordemos que hasta no hace mucho tuvimos en Tierra del Fuego un régimen previsional denominado “de los 25 inviernos” cuya lógica era más o menos esta: pasar el invierno en el fin del mundo no es para cualquiera por eso ser hormigas durante 25 años es más que suficiente como para ganarnos el derecho a ser cigarras muy jóvenes.
J.M. Keynes, ese economista de la “Teoría General del Interés y el Dinero”, y del Estado de Bienestar, con el que para algunos salvó del colapso al capitalismo y para otros abrió las puertas a los populismos, ofrece desde este presente, una vuelta de tuerca a la fábula del Esopo del Billiken.
Sucede que por arriba de la cigarra y de la hormiga, se mueve un actor clave,- impensado en el mundo de Esopo y aborrecido por los economistas del mercado-, cuyo rol debe ser precisamente, el de generar y asegurar condiciones para hacer la de la cigarra (consumo y bienestar) y para hacer también la de la hormiga (trabajo/inversión).
Esas políticas económicas deben ser para Keynes contra-cíclicas, es decir expansivas durante los ciclos de contracción o depresión de la actividad. Digamos entonces que la expansión del gasto y con ello la estimulación del consumo resulta para Keynes, la mejor estrategia de política económica para reactivar una economía deprimida. Se trata de calentar más que de enfriar. En tiempos difíciles y digamos de arranque, el de la cigarra no es consumo improductivo pero si puede ser poco sostenible.
Indudablemente como territorio nacional y como provincia, Tierra del Fuego ha sido en gran medida una resultante de la acción estatal, en lo que hace a generar políticas sociales activas de poblamiento empleo y consumo, para una zona asumida y percibida como desfavorable, que debieron garantizarse con políticas que aseguraran la salud, la educación y la “seguridad social” conformando un Estado de Bienestar fueguino cuando en el resto del país se encontraba en retirada y en proceso de descentralización. Y esta ha sido la gran ventaja comparativa y explicativa de una provincialización en tiempo récord. Pero el éxito también engendra sus propios problemas.
En un lapso de 30 años, el crecimiento y el desarrollo de Tierra del Fuego, dejó de ser el gran problema. La forma en que Tierra del Fuego superó con éxito los desafíos de la provincialización, hizo de la sostenibilidad el gran problema a atender. Resulta difícil pensar que Tierra del Fuego pueda encarar los nuevos desafíos del desarrollo sin replantear el modelo que predominó en el primer tramo de nuestra historia.
Entiendo que hay en lo contra-cíclico, un sentido inverso en el que se repara mucho menos. Por lógica habrá un momento en que el ciclo de expansión y consumo requerirá cierta regulación para afrontar mejor los momentos en que el ciclo cambie de signo: expandir y estimular cuando la cosa viene mal y regular cuando la cosa viene muy bien para no poner en riesgo la sostenibilidad del buen vivir o del buen cantar y sobre todo para no dejar espacio al ajuste. Digamos que el ajuste es el síntoma visible de una economía incapaz de encontrar esas regulaciones.
Bajo esta mirada bidireccional, el problema de la cigarra no sería tanto la vagancia sino el despilfarro o el consumo irrefrenable en un presente inmutable que también consume futuro. Lo que pone en riesgo la cigarra es en definitiva la sostenibilidad del bienestar. Digamos entonces que la economía necesita de la cigarra (consumo) y de la hormiga (trabajo e inversión) Dicho en otros términos una economía no puede ser solo y siempre contractiva o expansiva; sólo de producción o sólo de consumo. No puede haber calidad de vida sin una economía real o productiva con trabajo, inversión y consumo.
El mundo de la economía no es un mundo natural. En tanto actividad humana adquiere formas históricas para organizar el modo en que se relacionan el consumo y la producción y en que se distribuye la riqueza. A diferencia de los personajes de Esopo, todos cantamos bajo el mismo sol y todos trabajamos en la misma cueva provincial, nacional, regional y planetaria.
Una forma de construir capacidad de regulación institucional pasa por reconocer que la responsabilidad fiscal no es patrimonio de la ortodoxia y que para un Estado decidido a impulsar y sostener un proceso de desarrollo inclusivo y sostenible resulta una estrategia válida para aumentar sus márgenes de autonomía en un sistema federal, y tan necesaria como aquellas centradas en la inversión en obra pública, en la competitividad de la economía y en la generación de una matriz socio-productiva capaz de agregar valor y generar empleo.
En este sentido creo que 2015 podrá ser una verdadera bisagra en la historia de TDF en materia fiscal, ambiental y socio-productiva para configurar un modo de desarrollo distinto al de la primera etapa de la provincialización, sobre la base de nuevas regulaciones institucionales que hagan posible un modo de desarrollo más equitativo y sostenible bajo el que todas las generaciones puedan ser hormigas y cigarras.