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Dar la palabra » Política » 18 abr 2018

Las actividades en los centros invernales

Perro de nadie (Por Adrián Schiavini)

La situación de los perros de trabajo recientemente hecha pública en el Valle de Lobos, pone en evidencia cómo la sociedad va muy detrás de la evolución de las actividades que lleva adelante la sociedad misma. Cada uno en su turno, dice que no tienen incumbencia. Todos tienen un poco de razón si la realidad se mira desde una óptica estática. Cada oficina por sí misma no alcanza para tratar un problema complejo, que ha crecido y ha explotado delante de nuestras narices.


La situación de los perros de trabajo recientemente hecha pública en el Valle de Lobos, pone en evidencia cómo la sociedad va muy  detrás de la evolución de las actividades que lleva adelante la sociedad misma.

Cada uno en su turno, dice que no tienen incumbencia. El organismo provincial de turismo dice que no es su incumbencia habilitar y controlar un emprendimiento que se dedica a proveer experiencias en trineos tirados por perros. El organismo provincial de enfermedades zoonóticas dice que no es su incumbencia controlar a los vectores de las enfermedades zoonóticas (mataburros de la Real Academia Española: “Enfermedad o infección que se da en los animales y que es transmisible a las personas en condiciones naturales”). El organismo provincial de medio ambiente dice que no es de su incumbencia que los perros de los establecimientos turísticos anden por ahí y que hagan caca y pis en los cursos de agua de los cuales después toman agua los establecimientos gastronómicos de la zona.

Todos tienen un poco de razón si la realidad se mira desde una óptica estática y si como funcionarios sólo miramos los escritorios que tenemos cerca nuestro. Cada oficina por sí misma no alcanza para tratar un problema complejo, que ha crecido, ha explotado delante de nuestras narices, supera la capacidad sectorial de cada oficina, y que ahora nos obliga a mirarnos y reflexionar sobre lo que no hemos hecho hasta ahora. Pero lamentablemente como Estado debemos adecuarnos a las situaciones nuevas como esta, no esperar a que las cosas se adecuen al funcionamiento del Estado.

Los humanos inventamos al perro y lo hemos hecho a nuestra medida, de acuerdo a nuestras necesidades, todas legítimas. Así hemos desarrollado perros para diferentes fines: desde nuestras mascotas que nos dan compañía y afecto, hasta los perros lazarillo, para búsqueda y rescate, para búsqueda de cadáveres, detección (drogas, explosivos, especies invasoras,  especies de interés para la conservación), pastores, boyeros, de caza, defensa o vigilancia personal, protectores de ganado, protectores de colonias de pingüinos, acompañantes terapéuticos, de tiro de trineo, etc.

El paseo de trineos tirados por perros es una actividad que hace única a Tierra del Fuego y es, entre otras cosas, lo que nos diferencia de otros destinos turísticos. Prohibir una actividad que lleva siglos de existencia, que reconoce sus raíces en los pueblos originarios de Alaska y que ha sido adaptada a Tierra del Fuego, es francamente una tontería.

Lo que se debe hacer desde el Estado es regular cómo se tienen los perros y cómo desarrollan su trabajo. La tenencia de perros de trabajo para su uso en trineos es compatible con el medio ambiente y con la salud humana, siempre y cuando se cumplan condiciones, como por ejemplo:

  1. Los perros deben tener refugio, comida y cuidados sanitarios adecuados.

  2. Deben estar controlados permanentemente. No deben vagar por fuera de los establecimientos sin supervisión (incluyendo correa y lazo), dado que pueden predar sobre las aves nativas y sobre sus huevos, y además afectan los cursos de agua con heces y orina. La “libertad” de esos perros es condena para la fauna nativa y riesgo para la salud.

  3. Deben trabajar en las condiciones que su genética y el ambiente permitan.

Todo esto requiere adecuar instalaciones,  comportamientos y fundamentalmente responsabilidades de los dueños de los perros. Por ejemplo, colocar los caniles con doble alambrado y lejos de cursos de agua, para evitar escapes, afectación de los cursos de agua y permitir a los perros esparcimiento en algún momento del día sin estar restringidos pero sin vagar libremente. Además, la persona que hace negocios lícitamente con los perros, debe estar obligada a pagar por la identificación (chipeado), vacunación y castrado de los perros. No es algo de lo cual deba hacerse cargo el Estado.

Estos aspectos, y otros que seguramente se me escapan, deben ser abordados por varios estamentos de la sociedad en conjunto, pero sin evadir las responsabilidades que nos competen por “sentido común”. De otro modo, en la Tierra del Absurdo, la salud de los perros de trabajo la controlará el organismo de turismo, los impactos sobre la fauna nativa los verificará el organismo de salud y el organismo de medio ambiente velará por las horas de trabajo de los perros.

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