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Dar la palabra » Política » 25 mar 2018

El día que renunció un concejal (Por Gabriel Ramonet)

La carta se filtró como un rayo de sol en la inmensidad del plomizo cielo de abril. Me acuerdo que era viernes en Ushuaia, y que el otoño incipiente apenas se asomaba por la ventana. Caía la tarde con la quietud de un cementerio. Pero algo impensado acababa de producirse.


Por:
Gabriel Ramonet

La carta se filtró como un rayo de sol en la inmensidad del plomizo cielo de abril. Me acuerdo que era viernes en Ushuaia, y que el otoño incipiente apenas se asomaba por la ventana.

Caía la tarde con la quietud de un cementerio, creando esa sensación de inexistencia de noticias que anticipa los fines de semana del fin del mundo.

Pero no era el caso. Algo impensado acababa de producirse.

La maldita pregunta de siempre. ¿Será verdad? El primer paso del trabajo periodístico es mecánico y repetitivo. Hay que chequearlo todo, una y otra vez.

No fue difícil. La nota era oficial. Tenía fecha y firma. Estaba presentada por mesa de entradas y dirigida al presidente del organismo.

El texto, escueto y poco florido, era también lapidario: “Me dirijo a usted a los efectos de presentar la renuncia indeclinable a mi banca, con el solo objeto de que una mujer candidata de la lista que me llevó al escaño del Honorable Concejo Deliberante de Ushuaia, ocupe ese lugar. Esa es mi única motivación. Lo saludo atentamente”.

La noticia explotó por los aires. En pocas horas, toda la ciudad sabía que uno de los siete concejales hombres de la capital fueguina había dado un paso al costado para que una candidata de su lista lo reemplace.

El domingo, la novedad ocupó un espacio inusitado en los medios nacionales.  Clarín tituló: “Renunció un concejal para que una mujer integre el Concejo Deliberante de Ushuaia”. La Nación lo describió desde otra perspectiva: “Ingresa una mujer al único Concejo Deliberante ocupado solo por hombres, por la renuncia de uno de ellos”. Página 12 incluyó el tema como nota principal: “La renuncia del año”, y explicó en la bajada que uno de los siete ediles de Ushuaia había dejado su banca para romper con el monopolio masculino en la ciudad más austral del mundo.

El lunes, el tema estalló en la televisión y en la radio. Hablaron constitucionalistas, politólogos, referentes del feminismo y expertos en derecho electoral.

La noticia cruzó el país de un extremo al otro. Las redes sociales explotaron. En Twitter, la noticia fue trendtopic durante toda la semana. El domingo siguiente fue editorial única en Perfil.

El ignoto concejal de Ushuaia fue tapa de las revistas “Gente”, “Noticias” y “Barcelona”, que fiel a su estilo, eligió titular: “Machos eran los de antes”.

Los efectos de las acciones éticas son muchas veces impensados. Como tal vez nunca imaginó, José María Hortigoza se transformó en el hombre del momento. Su celular no paraba de sonar. De ser un desconocido nacional se había transformado en el concejal más famoso del país. Y, paradójicamente, por haber renunciado al cargo.

Su jugada maestra había sido secreta. No le había anticipado nada al presidente del Concejo. Tampoco al intendente. Mucho menos a la gobernadora. Solo le había mandado una foto de su renuncia por Whatsapp, con el sello de recibido y todo, al presidente del partido.

Hortigoza podía haber tenido un gesto ético, pero no dejaba de ser político. Enseguida le encontró el gusto a la situación. Pasó de la sorpresa de las primeras entrevistas, a parafrasear las ideas de Alejandro Dolina sobre los renunciamientos.

Quizá por intuición, o tal vez por falta de otros recursos, comenzó a usar metáforas futboleras. Hablaba de la grandeza del jugador que abandona la gloria a último momento, para que el gol lo haga  otro. O de lo heroico de perder para que otros ganen.

El famoso viernes del renunciamiento se había levantado temprano. Había desayunado mate y los bizcochos que le habían sobrado del día anterior. Había conversado con su esposa (la única que sabía sus propósitos del día) y había redactado la nota que horas después se desperdigó por Internet, y que le cambió la vida.

Pocas veces en la historia de la provincia, un funcionario electo había ganado tanto capital político en tan poco tiempo.

José María se transformó de buenas a primeras en una bandera para los movimientos de mujeres que luchan por garantizar sus derechos. Y por obra y gracia de esos espasmos tecnológicos inexplicables, su figura empezó a dar para todo. Al poco tiempo, remeras con la inscripción “José lo hizo por María” fueron un boom comercial. Los memes que corrían por las redes sociales jugaban todo el tiempo con su nombre compuesto. Se tendría que haber llamado “María José”, bromeaban algunos. “Hay una chica en mi cuerpo”, sostenían otros.

Sus pares, hay que decirlo, estaban enojados. Si hubieran podido lo hubiesen degollado con una cucharita de plástico de la heladería que está justo en frente de la puerta del recinto de sesiones. Se reunieron en secreto. No atendían llamadas. Lucían desconcertados.

José María Hortigoza seguía regando el aire de comparaciones futboleras. “Lo único que hice fue dejar fuera de juego al resto. Dejarlos en posición adelantada”, decía ya un poco cansado de repetir la historia.

Pero también se había prendido un par de argumentos legales. “La Carta Orgánica, la Constitución Provincial y la Nacional resguardan lo mismo. Los tratados internacionales de no discriminación son claros”, declaraba con autoridad, mientras las mujeres clamaban una y otra vez por su gesto.

Entre los hombres, y no solo por sus pares, no la pasó bien. Los chistes soeces brotaron como mosquitos luego una lluvia de verano en la mesopotamia. José María había sacado los pies del plato para diferenciarse de un Concejo Deliberante que venía siendo castigado, y pagó el costo del humor social de los varones.

En verdad, mucho no le importó. Su renuncia, en lugar de un alejamiento, fue un reingreso a la política por la puerta grande.

En una nota estuvo a punto de decir que se sentía como D10S pasándole la pelota al pájaro Caniggia en el gol ante Brasil. O como Lionel desbaratando a cuatro defensores. Pero le pareció demasiado. Menos mal.

Su pasado quedó empequeñecido por su presente. A nadie le importaban sus proyectos sobre perros en la vía pública, control bromatológico de puestos de choripanes y declaraciones de interés municipal.

Importaba que se había ido para que lo reemplazara María Florencia Pizzutti, quien había salido detrás suyo por la utilización del sistema de preferencias que el colectivo feminista luchaba por subordinar a la paridad de género.

María Florencia asumió hablando de José María y de su gesto. Después presentó un proyecto elaborado por ambos, para garantizar el cupo femenino en las próximas elecciones. Les pidió a sus pares que la acompañen con el voto, sino por convicción, aunque sea por vergüenza.

En junio de 2019, José María Hortigoza fue electo intendente de Ushuaia. Lo votaron las mujeres, claro, pero también muchos hombres.

Cuando formó su gabinete, eligió proporcionalmente hombres y mujeres capaces para los cargos más importantes de la ciudad. Fue reelecto en 2023, justo el año en que Carlos Zampatti retrató la historia en su libro “El segundo sismo”.

Para la posteridad quedó el grafitti que una militante de Hortigoza pintó en una pared durante la campaña electoral: “Si Dios eligió a José y a María para cuidar de su hijo, cómo usted no va a votar por José María”.

 

 

(El que antecede es un relato de ficción sobre eventos políticos que podrían sucederse en la realidad. En tal caso, el autor reclamará los correspondientes derechos de propiedad intelectual. Y a propósito de ideas, ésta tampoco es enteramente del autor, sino que la sustrajo del libro “El día que mataron a Raúl Alfonsín”, de Dalmiro Sáenz)

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